martes, 20 de diciembre de 2011

Otro maremoto

Estoy en la ciudad balnearia de veraneo familiar. Hay algo relacionado con el final del alquiler de una casa muy grande casi abandonada. Algo como que el inquilino se está yendo porque no paga. Algo como que la casa es grande y vieja y está en estado de abandono.

Llegó allí con algunas amigas, aunque sólo recuerdo ahora a mi amiga T. No se ahora quiénes eran las otras. Hay algo sobre una mujer que organiza unas clases, un curso de algo allí. No estamos del todo de acuerdo sobre cómo organiza las cosas y no nos gusta el estado de esa gran casa. Las alfombras levantadas, abajo el cemento del piso.

La casa tiene dos pisos, pero sólo estamos abajo. Tiene un gran living y desde él, un gran ventanal hacia el jardín. (Me recuerda a un par de casas que están tirando abajo en esa ciudad de veraneo familiar y en donde están haciendo pequeños condominios de edificios).

El curso implica que nos subimos a un micro y nos vamos. El micro lo maneja un conductor que sigue las órdenes de esta mujer que organiza estas clases.

Vamos llegando a la costa y vemos la enormidad de las olas. El micro va lleno. Hay temporal. Las olas son ordenadas pero muy muy grandes. Cada vez más grandes. Cuando llegamos a una punta del terreno, ya no hay calle. Las olas van y vienen sobre todo lo que había allí. Son muy grandes Hay ola y contra ola.

Veo con asombro que el conductor sigue conduciendo, ignorando eso que pasa. Sigue avanzando como si viera dónde está la calle que ya no está, como si no hubiera una ola viniendo desde la derecha y una viniendo desde la izquierda. Muy grandes.

Pienso que quizá son más chicas de lo que pienso, pero a medida que se acercan estoy segura de que son demasiado grandes para el micro y para nosotros. Sé que nos va a arrastrar. Me resigno sin temor.

El sueño hace un corte y volvemos a la casa del principio. Mi amiga T habla de la mujer encargada de los cursos. Dice que lo que pasó con el micro y las olas fue un horror y fue culpa de ella. Yo le pregunto:

-¿Sabés qué pasó? Yo estuve ahí, pero no me acuerdo-

-Se murieron todos- Me contesta.

Y seguimos hablando de como fue que pasó. Yo aporto detalles, describo todo lo que me acuerdo. Nos vamos acomodando en una habitación de la casa que parece en buen estado, aunque es bastante chica. Está alfombrada, tiene una cama de una plaza y un sillón sin estridencias. Siguen las clases con menos personas en esa pequeña habitación que parece de servicio.

martes, 13 de diciembre de 2011

Depilación

Paso una máquina Silképil por mis piernas. Voy viendo cómo se van mis pelos. Voy pensando cuánto me tomará terminar la tarea.

Me doy cuenta de que empecé por el muslo.¡Pero si no iba a depilarme el muslo! ¡Sólo las pantorrillas!

En fin. No importa. No hay tantos pelos.

Y sólo veo eso. Mis piernas blancas, salpicadas de pelos largos negros que van siendo arrasados por la Silképil.

Reflexiones diurnas: Se viene el verano... ufff....

martes, 6 de diciembre de 2011

Pared

Charlo con una mujer con una pared verde de fondo.

Es de esas paredes viejas que tienen algunos edificios antiguos en el frente. Como de piedra verde rugosa, con salpicadas muy muy sutiles de azul, rojo, verde más oscuro y (el toque clave) algo que brilla a la luz (¿será mica?).

Ella tiene una cartera en el hombro, una agenda en la mano.  El pelo algo ondulado, marrón oscuro hasta los hombros.

Hay una puerta en la pared.

martes, 29 de noviembre de 2011

Zarpando

Estamos cerca de la casa de veraneo familiar, reunidos bajo un toldo, mis padres, mis hermanos y yo. Algo pasa. No entre nosotros. Algo pasa en ése lugar. Todos lo saben. No parece grave, pero si algo que nos convoca. Charlamos a la mesa bajo ese toldo que está cerca de unas avenidas. Pasan autos al lado, pero nosotros seguimos en nuestro tema.

Terminamos con un "Ya se verá."

Me levanto y camino. Encuentro una chica que fue al mismo colegio que yo. No se si es mayor o menor. No sé como se llama, pero conozco su cara. Me dice: -Vení, me dijeron que por acá se resuelve el tema- Me da curiosidad.  La sigo.

Entramos en un edificio y empieza a bajar escaleras hacia el subsuelo. Bajamos muchos pisos. Las escaleras son de una especie de mármol poroso claro y gastado. Bajamos unos 6 o 7 pisos. Me sorprende que haya tantos pisos hacia abajo, sobre todo tan cerca de la costa, en un terreno tan medanoso.

Después del sexto o séptimo piso, las escaleras ya no son escaleras, es un tobogán de la misma piedra clara, porosa, gastada.  Damos unas 3 o 5 vueltas en ése tobogán y salimos a un muelle pequeño de madera en donde está por zarpar una lancha colectivo chica de dos pisos (o tres).

-Hay que subir al barco- me dice. Pego un salto y ella también. Subimos. Estamos todos apretados. Hay poco lugar. Miro hacia atrás y veo a mi marido y a mi hijo llegando al muelle. Sin apuro. Se sientan allí. Les digo que vengan, que vamos. Mi marido desviste a mi hijo (de dos años) despacio, prenda por prenda y una vez desnudo lo deposita en el agua lentamente.

Mi hijo muerto de risa nada perro desnudo en el mar y alcanza a la lancha que acaba de zarpar. Lo levanto del agua muy feliz y sonriendo le grito a mi marido que venga, que hay lugar. Él duda. Finalmente se saca la remera y se lanza al agua. No llego a verlo al lado mío, pero supongo que está en algún lado de la lancha colectivo, mojado, entre toda esa gente y que pronto va a llegar. Me despierto.

martes, 22 de noviembre de 2011

Niño al agua

Estoy en un pequeño bote en el medio del mar. Mi marido viene en otro pequeño bote y allí está también mi hijo que es bebé. Y ambos botes están atados.

No se qué estamos haciendo allí. Es de día. Hay sol.

Creo que en el sueño hay un hijo un poco más grande y otro que es bebé, pero no estoy segura. Ese que es mi marido/o mi hijo más grande está jugando con el bebé en el borde de la proa del bote. La proa del bote está muy cerca de la popa de mi bote. Están allí en el límite entre ambos botes, casi en el agua, el más grande sentado abajo, el bebé arriba. El más grande moja los pies del bebé.

Yo tengo terror de que caiga al agua. Le grito al niño/grande que deje de hacer eso. Me contesta que no pasa nada. Le insisto. Me insiste.

El bebé cae al agua. Terror. Mi marido salta a rescatarlo y me lo trae en brazos. El bebé llora.



martes, 15 de noviembre de 2011

En las nubes

Mi marido, mi hijo y yo vivimos en un gran departamento. Más grande y más antiguo que en el que vivimos realmente. Los techos son mucho más altos y el área del living comedor mucho más grande y con bellas arcadas amplias redondeadas y biseladas. Una de esas arcadas da a un gran espacio que usamos de escritorio.   Todas las paredes están llenas de libros. Pura biblioteca.

Me recuerda al departamento de la serie Mad about you (Loco por tí). No sé porqué, ni siquiera miré mucho esa serie.

El tema es que me tengo que ir. Mi marido está entre todos esos libros trabajando en ese espacio gigante y también hay visitas, pero yo tengo que irme. Me da un poco de temor dejar a mi hijo en ése panorama. Mi marido no muestra señales de prestarle mucha atención y las visitas tampoco. Pero en fin, debo irme, se me hace tarde y sólo no va a quedar el niño.

Salgo por una gran puerta de madera. Los pasillos son altos y anchos, incluso luminosos. Salgo a la calle. Tengo todo el tiempo esta sensación de hacer todo rápido, volver pronto, poder estar al lado de mi hijo otra vez. Subo a un colectivo en la puerta del edificio. Da muchas vueltas el colectivo. Pasamos de calles anchas a angostas, repletas de pequeños negocios de un lado y del otro algo como una baranda.

Algo pasa allí. No se si alguna pelea mía con alguien o simplemente esta sensación de estar atascada en el tránsito en medio de tanta urgencia. Me doy cuenta de que no estoy tan lejos de casa, que no me falta tanto para volver. Aunque nunca queda claro qué tenía que hacer o a dónde iba, ya es hora de volver.

Pienso que volando voy a llegar más rápido entonces tomo una especie de avión colectivo que me levanta de la calle y me lleva en sillas de nube dispuestas como las de un colectivo por el cielo.

El avión/colectivo no es más que eso: las sillas de nube dispuestas dos de un lado dos del otro dejando un pasillo (de cielo) en el medio y una detrás de la otra. Tengo esa sensación de estar subiéndome a una nueva forma de transporte. Nunca lo tomé antes pero estoy apurada, así que esto me va a llevar seguramente más rápido.

Estoy sentada en el primer par de asientos de la izquierda (mirando al conductor que no existe) al lado de un hombre que lleva a su hijo (de 6 o 7 años) en la falda.

Siento el viento en la cara y el cuerpo, el vértigo, la sensación de no tener sostén más que de esa nube tan endeble.  Del otro lado del pasillo, en otra fila de asientos de dos, hay una señora de pelo lacio blanco cortado carré. Es una mujer grande. El otro asiento está libre. Ella me estira la mano, me pide que me pase al lado de ella, quiere convencerme a toda costa. Pero yo no solamente no quiero (porque no me cambia nada), sino que me aterra el abismo de cielo entre un asiento de nube y el otro. ¿Y si al pasarme de un asiento al otro me caigo? No no. Mi lugar es ése hasta que me baje.

En medio de ese terror, pasamos por una especie de atardecer rosado con nubes pequeñas como desmigajadas. Estiro los pies descalzos desde mi asiento, cierro los ojos y siento el calor y las cosquillas en los dedos de los pies. El terror se fue claramente.

Después de eso, veo la terraza del edificio. Supongo que este vehículo puede dejarme allí. Pero no. Me deja en el cordón de la vereda. Entro rápido al edificio, para llegar a casa y ver como está mi hijo y me encuentro a mi marido y a mi hijo en la planta baja del edificio. Mi hijo juega divertido y mi marido ahí acompaña algo distraído. No se ha dado cuenta de que nuestro niño se achicó, de que nuestro niño tiene la altura del zócalo.

martes, 8 de noviembre de 2011

Hipnosis

Aparece en un sueño el Dr. Smith: un analista al que fui mucho tiempo. Me pregunta si quiero que me hipnotice. Le digo que si, que probemos. Me mira a los ojos muy cerca. Yo quiero entregarme al hipnotismo, quiero ser hipnotizada.

Siento un dolor muy muy fuerte en la panza. Mucho dolor. Un poco arriba un poco abajo.

Después de ése dolor ya estoy hipnotizada. Me doy cuenta y el Dr. Smith me lo confirma: ya está, ya pasaste.

Estoy expectante a ver qué me va a ocurrir en este estado y lo que pasa es simplemente que al estar hipnotizada no me importan las ridiculeces que me importan sin estar hipnotizada. La vida es linda. Veo todo claro. Se ordena todo armónicamente. Y por supuesto: no hay dolor.

Pero hay que volver y me da miedo pasar otra vez por ése dolor. Por ese pasaje. El Dr. Smith me dice que va a doler menos volver.

Vuelvo y duele menos el tránsito. Incluso la vida sigue siendo la belleza que era mientras estuve hipnotizada. No me importa nada. Simplemente soy feliz. Mientras me voy despertando dudo si habré estado hipnotizada o no. Y mientras voy despertando del hipnotismo despierto también del sueño.

martes, 1 de noviembre de 2011

Maremoto

Estoy en la playa cercana  a la casa de veraneo familiar. Veo que el mar está algo revuelto entonces me voy a casa. Allí está mi familia; mi mamá, mi papá, mis hermanos. Mamá quiere ir a la playa y todos se están preparando para salir con ella.

Les cuento que que el mar está revuelto, que algo no está bien en el agua, que mejor quedarnos en casa. Ellos insisten en ir y los acompaño.

Paramos en el mismo espacio de arena en el que estaba previamente. Estamos un rato ahí compartiendo rarezas y vemos que las olas se hacen cada vez más grandes. Demasiado rápido las olas se hacen muy grandes. En un momento me doy vuelta y mi familia no está más allí, pero tengo que irme, las olas crecen y pronto van a alcanzarme.

Salgo de la playa y veo que hay un hotel. Un hotel aparentemente nuevo, de tres o cuatro pisos. De arquitectura despojada. Prácticamente un cuadrado gris con grandes aberturas cuadradas como ventanas y grandes y anchas puertas rectangulares.

Hay mucha gente refugiándose allí, pero no mi familia. No se a donde habrán ido, pero ahora debo salvarme yo. El agua ya llega a la planta baja del hotel y entonces voy subiendo al primer piso. Veo las puertas de las habitaciones. Una de ellas está arreglada (con mucha onda) luego de una rotura salvaje. Siento que tengo que ver con eso, que estuve allí en una fiesta con amigas (quizá hasta en un sueño anterior esa misma noche o madrugada).

Pero ahora no puedo ocuparme de eso, tengo que salvarme, ver por donde viene el agua. No se a donde fue mi familia, pero siento que yo estoy más a salvo que ellos. Me preocupa que no estén conmigo, pero ya no puedo hacer nada. El agua va subiendo por la escalera hasta el primer piso. Hay que seguir subiendo.

miércoles, 22 de junio de 2011

Casamiento de mi amiga Grace

Primera parte

Elegante distinción
Mi amiga Grace está por casarse. Ella está sola frente al espejo y muy tranquila. Está muy elegante con un vestido strapless de razo blanco entallado arriba y abajo con caída pero sin volumen. El vestido cae al cuerpo y queda más bien geométrico. La misma forma (geométrica) de la cintura para arriba que de la cintura para abajo. La imagen parece de revista de modas. Ella se mira al espejo. Está bronceada (pero no tanto), su pelo es castaño y su cuerpo tiende a delgado. La piel de su cara se nota tersa, sin imperfecciones y algo oscura. Incluso creo que no parece tanto ella, pero en el sueño es ella.

Segunda parte:

¿Kitch? 
Mi amiga Grace está por casarse. Ella está rodeada de gente y amigas que opinan. Está nerviosa y eufórica. Exultante. Tiene un vestido complejo. Ceñida al cuello tiene una gruesa gargantilla de bronce de la que salen cadenas de bronce de eslabones redondos que como rayos unen el género blanco a la altura del escote a la gargantilla. Si: Desde la base del cuello (en donde se ciñe la gargantilla) hasta donde empieza el género del escote, hay como rayos de bronce que surcan el pecho de Grace. El vestido es estilo globo: Suelto desde el escote hasta abajo de la cadera, donde se ajusta y forma el globo de allí hacia arriba. El género tiene un brillo sintético y el diseño crea muchos plieges. Su figura tiende a la redondez. Tiene el pelo teñido de rubio muy claro y se notan sus raíces negras. Se maquilló los ojos con sombra y delineador celeste. Esta se parece más a mi amiga grace.

martes, 3 de mayo de 2011

Vuelo rasante

Acompaño a mi hijo afiebrado en su inevitable descanso. Estamos en mi cama. Él duerme. Yo empiezo a sentir una presión en el entrecejo. Cierro los ojos. Continúa la presión que ahora se mueve en espiral.

Veo un circulo gris muy claro. Desde allí se despliegan unas alas algo rudimentarias. El circulo pasa a ser el cuerpo de un ave en el centro y a cada lado, las alas se mueven batiéndose en el aire. La imagen es pixelada, parece de un video juego antiguo (tipo Atari o Comodore 64 o algo así). El color de las alas va haciéndose gris más oscuro. 

Estamos en un pequeño auto dibujado mi marido, mi hijo y yo. Miramos el ave pixelada en el cielo. Vamos por un camino de tierra muy finito de un valle sembrado con plantas de varas con flores rojas pequeñas. Tan fino es el camino, tan chico el auto, tan altas están las plantas, que sacamos las manos por las ventanas y tocamos las varas y las flores. 

-Qué bueno que tomamos este atajo -comento con mi marido- si no lo hubiéramos tomado, no habríamos visto este lugar hermoso, no habríamos tocado las plantas con las manos.

Ahora vuelo. Bastante rápido. Vuelo rasante sobre las varas y las flores rojas. Las veo acercarse a mí en mi camino en el aire pero cerca del piso. Después subo y veo el cielo celeste radiante y un sol de mañana, siento un fresco, veo la montaña adelante mío.

Pero, ¿No estaba en ése auto con mi marido y mi hijo yo? Voy despertando y no quiero. Extiendo el vuelo, pero se desvanece y vuelvo a esta cama de colcha roja con mi hijo afiebrado.

lunes, 18 de abril de 2011

En el subte

Voy caminando por la calle en un día de invierno. Sé que llego tarde a donde tengo que llegar. Tengo que hacer un trámite para mi jefe. Para acortar camino pruebo algo nuevo (que alguien me recomendó). Al fondo, en una calle sin salida recorrida por paredones hay una puerta chiquita. La puerta tiene más o menos la mitad del tamaño de una puerta común.

Entro. Es un negocio antiguo y oscuro. Los mostradores de madera muy oscura y los estantes altos llenos de cosas (¿libros? si, creo que libros), también de madera bien oscura. No entra luz natural por ningún lado.

Hay mucha gente allí adentro. Una mujer del otro lado del mostrador se me acerca y me pregunta qué necesito. Le explico que quizá me equivoqué de lugar, que yo estoy ahí porque me dijeron que de allí salía un atajo. Ella me contesta que no estoy equivocada y me hace pasar del otro lado del mostrador.

Abre otra puerta chiquita que aparece atrás de uno de los muebles con cosas y me dice que ahí es. Que por ahí es el atajo.

Paso y estoy en un lugar muy grande en donde veo todas las líneas de subte pasar por arriba mío (unas sobre otras). Veo cada uno de los túneles y cada una de las escaleras. Veo la gente que pasa de un lado a otro, incluso cerca mío.

Como es un ángulo desde el que nunca vi los subtes no se cual tomarme ni hacia donde ir. No sé bien donde estoy ahora. Maldigo al que me dijo que tomara ese atajo (que ahora no se quien fue), me maldigo a mí misma: hubiera sido mejor tomar el camino de siempre, si ése yo lo conocía. Este tengo que aprenderlo, voy a ir más despacio seguramente, tengo que conocerlo para tomar velocidad. No voy a ganar tiempo así.

Estoy nerviosa y tengo miedo. Temo perderme.

En eso llega una nena de unos 7 años. No la conozco. El pelo abundante le llega a los hombros, es castaño y lacio. Tiene un flequillo que termina cerca de sus ojos marrones grandes. Se para al lado mío y me da  la mano. Me mira desde ahí abajo y al costado con sus ojos grandes y me dice: "No te preocupes, yo te guío. Yo sé por donde ir."

Reflexiones diurnas: ¿Será nena?

jueves, 14 de abril de 2011

Colgando en el aire

No me veo en este sueño. Veo lo que se ve si uno se escabulle entre plantas tupidas, rejas y medianeras. Llego al piso, al pasto. Veo el frente de la casa de mis padres. Estoy sin lugar a dudas en el jardín de adelante. Desde el piso miro hacia arriba y veo un hombre joven flotando como colgado en el aire algo a la derecha de la palmera. Entre la palmera y la casa.

El hombre viste un jaqué negro con camisa blanca. Es morocho tiene el pelo corto (pero no rapado). Le veo la cara perfectamente. No lo conozco. Me mira (sin levantar la cabeza). Me asusto y escapo. Despierto.

Reflexiones diurnas: ¿Yo era un gato? Por las dudas, voy a recomendarle a mi madre que prenda un sahumerio.

domingo, 27 de marzo de 2011

Arquitectura, vacaciones y un blog amigo

Soñé que conocía a Ana Laura, que escribe EriSada (un blog en el que participo asiduamente).

Estamos en Uruguay. Nos encontramos con ella mi marido, mi hijo y yo.  La idea del encuentro con ella es claramente conocernos después de haber intercambiado tanto en Internet. No recuerdo mucho esa parte del sueño, pero si recuerdo que después de encontrarnos los 4 brevemente, la invito a que nos acompañe a conocer la nueva casa que mis padres han construido en Punta del Este (algo que sólo existe en el sueño).

Yo nunca fui a esa casa y la idea de nuestra estadía allí es "festejar" todos juntos (nosotros, mis padres, mis hermanos) el tener esa casa lista para usar, el haber terminado la construcción. Vamos en auto (creo que el auto de Ana Laura es blanco).

Entramos a la casa los cuatro (mi marido, mi hijo, Ana Laura y yo). La puerta por la que entramos da directamente a un pasillo generoso en ancho y en alto. El piso del pasillo es de listones de madera color natural con tarugos (¿o sin tarugos?). A la derecha del pasillo hay una pared blanca con revoque irregular intencional (bastante típico de las construcciones playeras). Sobre esa pared se suceden las diferentes puertas de las habitaciones de la casa. Son puertas altas y anchas (creo que más que puertas son aberturas, no se si tienen puerta). A la izquierda hay sólo vidrio (del techo al piso) y luego jardín y plantas. Por ese vidrio entra mucha luz que ilumina todo el pasillo y las habitaciones (y la pared blanca del pasillo). Al mirar hacia el jardín, se nota que el pasillo está algo elevado sobre el terreno original. No muy elevado, pero lo suficiente como para que las plantas que hay en el jardín no impidan que entre mucha luz.

Entramos en la primer puerta a la derecha, que es la habitación de mi hijo. Ana Laura entra con cierta timidez, como entrando a una casa en la que no se siente del todo invitada. La habitación es amplia y el techo alto. Tiene una alfombra celeste grisáseo claro, una gran ventana y mucha luz.  Está muy ordenada. Muy limpia (claro, acabamos de llegar). Hay una mesa de luz y sobre ella una especie de juguete. Es como un gran collar que tiene bochas de plástico celeste transparente (como burbujas) y termina en un corazón central (del mismo material). Ana Laura lo agarra y dice: -Qué lindo esto. Y yo le respondo que es un juguete de mi hijo. La luz del ambiente pasa a través del plástico. Es un objeto perfecto para ese lugar.

Llegan mis padres y nos dicen que sigamos recorriendo la casa. Salimos de la habitación y seguimos por el pasillo vidriado que hace hace una leve curva de 20 (o 30) grados a la izquierda. Hay más habitaciones a la derecha y más vidrio a la izquierda hasta que en un momento a la izquierda hay unos dos (o tres) escalones hacia abajo (recordemos que el pasillo estaba elevado sobre el terreno). Bajando esos escalones se ve un gran ambiente con unas cuantas mesas cuadradas con sus sillas. A la izquierda de los escalones, vidrio y plantas y a la derecha de los escalones una barra y sillas de bar. Los contornos de ése ambiente son todos de vidrio y al fondo se ve la puerta principal de la casa. En este caso, el ambiente tiene un techo bajo y mucha menos luz que el pasillo y las habitaciones. Le pregunto a mamá si van a poner un restaurant. Me dice que no, que es para que podamos comer nosotros y quienes nosotros queramos invitar.

Quedamos todos fascinados con la casa y con tanta luz. Mis hermanos están llegando o acomodándose en la misma casa (en unas horas o en unos días). Todos vamos a pasar juntos unos días allá. Ana Laura nos dice que le dio gusto conocernos y se va.

Reflexión diurna: ¡Soñé con Ana Laura! Y ¡Qué buena estaba esa casa y cuanto sentido de la arquitectura había en mi sueño!

martes, 1 de marzo de 2011

Gran pájaro blanco

Estoy en el jardín de la casa de mis padres. Hay una especie de fila en zigzag de gente esperando algo que ocurre en una esquina del terreno en donde en la realidad hay un gran árbol y dos medianeras (es una esquina). En el sueño esa parte del terreno no tiene plantas ni medianeras. Tiene una especie de "helipuerto" pequeño y es una zona abierta.

De pronto llega un gran (gran) pájaro blanco. Parece el de plaza sésamo, pero blanco (y sin esa cara de tonto, este es un pájaro piola). Tiene unas plumnas muy grandes. Aterriza en la esquina del terreno en donde termina la fila y se lleva a las personas cuyo orden en la fila corresponde. Después vuelve y se lleva a otros.

En la fila está mi padre, está también mi amiga O y estoy yo. Mi amiga O y yo jugamos saltando baldosas, pero estamos en diferentes posiciones en la fila. Cuando llega mi turno de subirme al pájaro, O. me pide que me quede con ella a jugar.

Yo le explico que no puedo, que tengo que seguir a mi padre. Subimos mi padre y yo al pájaro blanco y en la siguiente escena estamos atravesando un bosque de pinos por un camino de arena recto que está enmarcado por los árboles. De un lado del camino hay cielo y mar y del otro lado cielo y mar. Mi padre y yo caminamos juntos cruzando esto que entiendo es un bosque en una isla.

Reflexión diurna: ¿Será la isla Gorriti?

Agua

Voy en flotando en el río. Mi marido va en un bote al lado mío. Yo voy agarrada a un remo que él sostiene desde la pala. El agua no está fría ni caliente. Es más bien de tibia a fría: La temperatura justa. Es un agua suave. Me gusta sentir cómo se desliza por mi cuerpo.

No estoy acostada, floto más bien parada con la cabeza afuera. Mi mano derecha toma el mango del remo y me desplazo hacia donde el remo (o más bien, hacia donde el bote en donde está mi marido) me lleva, que es siempre hacia adelante. En eso veo que tengo enfrente un cúmulo de ramas y plantas. El bote en donde está mi marido le pasa de costado, pero en mi ruta está justo adelante.

No puedo hacer otra cosa que sumergirme. Temo quedarme sin aire, pero no tengo alternativa. Me sumerjo (siempre agarrada del remo, siempre avanzando hacia adelante). Abro los ojos. Veo partículas de diferentes plantas flotando en el agua adelante de mis ojos. No me da asco. No me siento en un lugar sucio. Al principio estoy esperando que termine pronto para volver a la superficie y respirar. El tramo con plantas se hace más largo de lo que esperaba, pero me sorprendo disfrutándolo. ¡No necesito respirar debajo del agua! Me relajo. Juego con esas cositas que flotan mientras voy despertando de ese sueño placentero.

Reflexión diurna: ¿Conexión con el bebé que llevo en la panza hace 6 meses? ¿Recuerdo inconsciente de cuando yo flotaba como hoy mi hijo? ¿O ambos?

Debajo de la calesita

Mi abuela me pasa a buscar por el jardín de infantes y me lleva a la calesita. Me caigo mientras está en movimiento y el girar hace que quede debajo de la calesita: entre la tierra y el piso de madera de la calesita. 

Estoy boca abajo. Los pies apuntan al eje de la calesita y la cabeza hacia afuera. Escucho a mi abuela preocupada por sacarme de allí. Busca ayuda. Todos quieren que pueda salir. 

La calesita sigue girando arriba mío.

La bruja que me persigue en el bosque

Corro. Corro. Corro. Atravieso pinos y pinos. Me persigue una bruja. Una bruja tal cual es una bruja: viste de negro y tiene sombrero. Es más bien de baja estatura, pero es rápida. 

Llego a una casa en medio del bosque. Pienso acá me voy a esconder. Entro. La casa es de madera, está abandonada y muy desordenada. Entra después la bruja. Me agarra. Se sienta en una silla. Me acomoda a mí como para darme chirlos en la cola. 

Pero no.

Me hace cosquillas hasta que duele. No puedo escapar de esas cosquillas.

Leopardas

Entro en el baño del colegio. Mientras me miro al espejo salen de los boxes individuales con inodoros unas leopardas. Son hembras. Caminan en dos patas (como la pantera rosa). Una fuma. Las otras se pintan los labios, coquetean, actúan muy cargadas de sensualidad.

Me dicen qué hacer. Pintate así, hacé asá. Me van arrinconando y me encierran en uno de esos boxes con inodoros. No puedo abrir.

Terror desde el momento que aparecen las leopardas menando sus colas.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Criar a la niña

Mamá y yo estamos en el comedor de la casa de veraneo familiar. Estamos sentadas, charlamos. Mamá me dice: ahora va a venir esa chiquita, la nueva novia de tu hermano. Tiene una hija la chica. Nosotros nos quedamos con la nena así ellos se pueden ir conociendo.

Llega la nueva novia de mi hermano con a niña en brazos. La novia es adolescente prácticamente. Es más bien rubia, pelo lacio largo atado en una colita.

Nos dejan a la niña y se van a la playa. A conocerse.

lunes, 31 de enero de 2011

Fertilidad y vacaciones

De vacaciones en unas cabañas en Córdoba tengo la siguiente serie de sueños, noche tras noche.

Noche 1 
Estoy apoyada en el canto de la puerta ventana de nuestra habitación en la cabaña de Córdoba. Es de noche, miro las estrellas. Hay muchas estrellas. Mi marido está en frente mío, apoyado en el otro canto de la puerta ventana.

De repente, mirando hacia afuera -hacia el cielo, los árboles, la sierra que baja en barranca desde la puerta ventana de nuestra habitación- veo una nave espacial suspendida en el aire. Es hexagonal, más bien achatada, plateada y muy luminosa.

Enseguida miro a mi marido. Vuelvo a mirar hacia afuera y no está más.

–¿Viste eso?– le pregunto (rogando que sí, que lo haya visto, que no sea yo la única que lo vió).
–Si– me contesta (felicidad de mi parte, no soy la única que lo vió, puedo compartir esto con él).
–Era una nave nodriza– aclaro.

Y nos quedamos elucubrando detrás de qué cerro se habría ido.

Noche 2 
Sueño con mi amigo M. embarazado.  Fuera del sueño él tiene dos hijas y su mujer acaba de ser operada de un riñon. Más concretamente, le han sacado un riñon abriéndole otra vez una cesárea relativamente reciente. En el sueño él tiene una panza muy grande.Veo la piel de la panza, veo la línea oscura, veo pelos, veo tirantez.

-¡No sabía que estabas embarazado!-le digo-¡Felicitaciones!.

Tengo cierta sensación de rareza que se disuelve (o intento disolver) con un "todo puede ser". Como si fuera un prejuicio de género pensar que sólo las mujeres pueden estar embarazadas.

Mientras transcurre el sueño, mi amigo M. embarazado es también mi amiga G. embarazada. En la realidad, mi amiga G. se separó hace un año de su marido, tiene dos hijos de más de 5 años y está en pareja con otro hombre que se separó hace un año y medio y también tiene dos hijos de más de 5 años. Ella ha comentado en alguna reunión que ella y su nueva pareja han decidido no tener hijos juntos.

Y este ser de mi sueño que es a la vez mi amigo M. y mi amiga G. embarazados, es también mi amiga P. embarazada. En la realidad, mi amiga P. tiene 4 hijos varones bastante seguidos y ha manifestado que el cuarto es el último.

Noche 3 
Vuelvo a soñar con mi amiga G. embarazada.

-¡No me vas a creer- le digo en el sueño- pero soñé que estabas embarazada!

Se nota su panza incipiente debajo de un vestido de verano a rayas horizontales blanco y negro. Después me doy cuenta:

-¡Ah! Estoy soñando otra vez con mi amiga G. embarazada!

Entonces sueño con mi prima L. embarazada. Mi prima L. en la realidad tiene 3 hijos mayores de 5 años y no quiere tener otro hijo más.

Noche 4. 
Me operan y me sacan los ovarios. No se bien cómo fue. No sé qué pasó. Se que yo misma me interné para que me hicieran la operación, pero dudaba. Estaba intentando decidirme cuando de repente miro mi abdomen y veo dos pequeños vendajes a cada lado. Los vendajes son pequeños como curitas, pero están prolijamente hechos con gasa y cinta.

No entiendo en qué momento ocurrió, pero esos vendajes son claras señas de que me han sacado los ovarios.

Hablo con mi amiga J. por teléfono desde la habitación de la clínica y le cuento sin angustia, sin desesperación, pero con asombro e intriga, que me han sacado los ovarios en una operación.

Tuve otros sueños esa noche. Sólo recuerdo vagamente algo sobre una fiesta organizada por mi amiga V. (que en la realidad no tiene hijos, pero ha manifestado su deseo de tenerlos y yo dudo sobre ése deseo). Ninguno en ésa fiesta tiene hijos. Hay un ambiente algo adolescente. Cierta liviandad. Cierto vacío. No entiendo qué hago ahí.

Reflexión diurna: ¡Mamita querida!

sábado, 8 de enero de 2011

Extrañas visitas, un ambiente más y un cementerio en el sótano

Primera parte.
Entra Santiago, el quiosquero de abajo, a mí habitación con dos minones profesionales. Santiago es tal cual es él en la realidad, petiso, gordo, algo oscuro, algo pelado, con algo de barba y bigotes. Las chicas son altas, de cuerpos esculturales y vestidas para trabajar. Yo estoy fuera de la habitación, mi marido y mi hijo también.

Mi marido les abre la puerta y Santiago pasa con las chicas a nuestra habitación. Después de un rato, el quiosquero sale con las chicas de nuestra habitación. Yo me acuerdo que para fin de año del año pasado, pasó lo mismo y le digo a mi marido: "No quiero más putas en casa". Él me explica que es un ritual de Santiago, que es algo que él hace todos los finales de año desde antes que nosotros viviéramos acá, que el anterior dueño del departamento lo dejaba pasar y que porqué nosotros no vamos a dejarlo. Yo le explico que no me importa nada. Que éste fue el último año.

Segunda parte.
Pensando en vender el departamento y en la cantidad de metros cuadrados que tiene, me doy cuenta de que tiene un ambiente más del que creía. Encuentro (y recuerdo) que hay un hall bastante grande al que se accede por una arcada (gran arcada) desde el living (que hoy funciona como escritorio). Es un ambiente grande, lleno de placares blancos empotrados. Los techos tienen molduras, el piso es de parqué (como el resto de la casa). Pienso que ahí hay más metros de departamento, pienso que ya no me acuerdo qué habré guardado en esos placares cuando llegué a vivir acá.

Tercera parte.
Bajo al sótano y descubro que funciona como cementerio. Está completo. Ya nadie más va enterrarse allí. Pero hay tumbas, epitafios y flores.

Reflexión diurna: Uff!