martes, 3 de mayo de 2011

Vuelo rasante

Acompaño a mi hijo afiebrado en su inevitable descanso. Estamos en mi cama. Él duerme. Yo empiezo a sentir una presión en el entrecejo. Cierro los ojos. Continúa la presión que ahora se mueve en espiral.

Veo un circulo gris muy claro. Desde allí se despliegan unas alas algo rudimentarias. El circulo pasa a ser el cuerpo de un ave en el centro y a cada lado, las alas se mueven batiéndose en el aire. La imagen es pixelada, parece de un video juego antiguo (tipo Atari o Comodore 64 o algo así). El color de las alas va haciéndose gris más oscuro. 

Estamos en un pequeño auto dibujado mi marido, mi hijo y yo. Miramos el ave pixelada en el cielo. Vamos por un camino de tierra muy finito de un valle sembrado con plantas de varas con flores rojas pequeñas. Tan fino es el camino, tan chico el auto, tan altas están las plantas, que sacamos las manos por las ventanas y tocamos las varas y las flores. 

-Qué bueno que tomamos este atajo -comento con mi marido- si no lo hubiéramos tomado, no habríamos visto este lugar hermoso, no habríamos tocado las plantas con las manos.

Ahora vuelo. Bastante rápido. Vuelo rasante sobre las varas y las flores rojas. Las veo acercarse a mí en mi camino en el aire pero cerca del piso. Después subo y veo el cielo celeste radiante y un sol de mañana, siento un fresco, veo la montaña adelante mío.

Pero, ¿No estaba en ése auto con mi marido y mi hijo yo? Voy despertando y no quiero. Extiendo el vuelo, pero se desvanece y vuelvo a esta cama de colcha roja con mi hijo afiebrado.

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