miércoles, 27 de octubre de 2010

Violencia en vacaciones

Vamos con mi marido y mi hijo a un lugar de vacaciones. Son como vacaciones de un día. Vamos y volvemos todos los días. Siempre voy con miedo. Siempre vuelvo contenta de irme.

Una de las veces nos arrolla una ola/catarata por la calle. Me aferro a mi hijo fuerte. Tengo miedo de que se ahogue. La ola nos deja cerca de un taxi (de provincia, los blancos y celestes) y no pasa nada.

Al día siguiente volvemos. Esta vez están ametrallando gente por todas las veredas. Hay personas ya muertas tiradas en las veredas y gendarmes con ametralladoras vaciándoles el cargador. Yo no creo que nos vaya a pasar nada, pero pienso: este no es un lugar para que esté mi hijo (lo llevo en brazos y le tapo los ojos, no quiero que vea). Me quiero ir lo antes posible. Hay mucho peligro.

martes, 26 de octubre de 2010

Famosos

Voy con mi hijo en el auto. Paro en Paraná y Maipú (sobre Paraná, en la esquina frente a la estación de servicio). Bajo del auto a mi hijo y lo siento en un cochecito tipo "paraguitas" (algo que no tiene mi hijo). Cuando lo veo, me doy cuenta de que mi hijo es Mike Amigorena y está ahí sentado en el cochecito. Dormido, mareado, las piernas juntitas y dobladas.

De repente se para. Le digo: -¡Ah! ¿Hoy querés caminar? ¡Qué bueno! Caminá. (Le hablo como a mi hijo.) 
Cruzamos la avenida (Maipú) y en ese momento cruza otro Mike Amigorena que me saluda, porque es la pareja de una amiga.(¿?)

Llegamos a un lugar tipo consultorio médico y/o salón de belleza. Quiero cortarle el pelo a mi hijo que ahora es Gonzalo Heredia (¿?). La hostess del lugar es Rocío Marengo (lookeada como hostess de una peuquería: pelo por los hombros rebajado peinado con las puntas hacia afuera, los claritos marcados, los ojos claros pintados de negro, una remera rayada tranqui, unas calzas negras y unas botas marrones). Ella me acompaña mientras le cortan el pelo a mi hijo (ahora Gonzalo Heredia). 


Le hablo al peluquero: -Lo veo largo, pero esta mojado y tiene rulos, no se como calcular el largo del pelo con rulos. 


Me habla Marengo: -Vos pensás que él es tuyo y tenés razón. Por unos meses, es tuyo. 

Cuando lo dice, se ríe con tímida malicia y se junta con otras modelos que hay por ahí a mirarme con envidia que no me molesta (y brazos cruzados). Parecen una foto.


Pienso (pero no lo digo): - ¡Yo no pienso que es mío! 
Me da gracia. No me preocupo. 
Me despierto y escucho la radio muy baja, que está prendida hace rato. 


Reflexiones diurnas
: No más radio-despertador.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Los gigantes de la playa

Caminamos por una playa muy grande (mi marido y yo). Desde el mar hasta los médanos hay al menos un kilómetro. La arena es fina y clara. El sol está alto. Hace mucho calor.

La playa está vacía, pero de frente vienen caminando unos hombres muy grandes. Son cuatro gigantes artistas y acaban de dar un espectáculo que sólo pudimos ver de lejos. Todos ellos saltando, chocando entre sí, rodando en la arena y haciendo piruetas en el aire.

Uno de ellos lleva el torso desnudo (y trabajado), pantalones negros de vestir y una faja. Otros son gordos, pero igualmente ágiles.

Mientras sueño pienso: Esta es la playa y el espectáculo de gigantes del que me habló mi amiga V (que vive en Malasia).

martes, 19 de octubre de 2010

Extraña presencia

Camino por el pasillo del edificio en donde vivo. Siento una extraña presencia detrás de mí. Me doy vuelta y veo a alguien que no conozco (ni en el sueño, ni en la realidad).

Es una chica joven. Unos veintipico. Cara redonda y algo chata. Raya al medio y el largo del pelo atado en una cola (no muy larga). Las raíces del pelo bien oscuras, el resto, teñido de rubio claro. Lleva puesto un buzo con capucha y las manos adentro de los bolsillos.

Me mira.

Reflexiones diurnas: qué loco soñar con desconocidos que me miran.

En el baño

Camino por el pasillo de mi casa. Mi hijo está sentado frente a la puerta del baño y me señala algo que está dentro del baño. Miro hacia a dónde apunta y veo un pájaro de un metro de alto sentado en una repisa de vidrio en un rincón de la ducha bien arriba a la izquierda.

Es una especie de gran paloma estilizada más bien marrón clara y beige.

Sólo mi hijo y yo la vemos. Los otros que pasan por ahí no entienden qué miramos.

domingo, 10 de octubre de 2010

Zapatos al revés (y otras modas)

Estoy en un evento familiar. En el centro, mi hermano. Al rededor, unas gradas de madera formando un anfiteatro. Hay un altar.

En un primer momento, camino feliz y confiada con mi pollera verde debajo de la rodilla (gabardina gruesa, verde bosque, verde pastel oscuro, verde militar, una tabla adelante, una tabla atrás, tiro bajo, cae recta)  y mis botas marrones de caña semi-alta y taco chino. Camino como en una pasarela buscando entre las gradas un lugar para sentarme (la imagen en mi sueño hace una especie de plano detalle de mis rodillas que se ven ocasionalmente cuando se levanta la pollera mientras camino con energía, se ven unas bellas piernas también).

Me ubico y luego me voy por alguna razón que al menos hoy no recuerdo.

Cuando estoy deshaciendo el camino que hice, miro mis pies. Tengo otros zapatos y están puestos al revés. Son chatitas clásicas. Una celeste y una rosa, una más grande, una más chica. Me incomodan. No me gustan. Ya no me siento, ni feliz, ni confiada. En el camino me cruzo con mi jefe (ex-jefe) que está sentado en una de las gradas. Descalzo.

Vuelvo a ubicarme en donde estaba y todas las gradas (pero especialmente el área en que estoy ubicada yo) empieza a tambalearse.

Terror.

Todos empiezan a moverse de sus lugares hacia uno más seguro.

Yo pienso: "Tengo que irme de acá".

Terror.

Todo sigue temblando. No se si lograré evitar caerme, si llegaré a estar a salvo para cuando se caiga todo.

Me despierto aterrada escuchando el llanto de mi hijo a grito pelado.

Fuera del sueño: Al día siguiente voy a comprar zapatos para mi hijo, e insisto una y otra vez en ponérselos al revés.