Estamos cerca de la casa de veraneo familiar, reunidos bajo un toldo, mis padres, mis hermanos y yo. Algo pasa. No entre nosotros. Algo pasa en ése lugar. Todos lo saben. No parece grave, pero si algo que nos convoca. Charlamos a la mesa bajo ese toldo que está cerca de unas avenidas. Pasan autos al lado, pero nosotros seguimos en nuestro tema.
Terminamos con un "Ya se verá."
Me levanto y camino. Encuentro una chica que fue al mismo colegio que yo. No se si es mayor o menor. No sé como se llama, pero conozco su cara. Me dice: -Vení, me dijeron que por acá se resuelve el tema- Me da curiosidad. La sigo.
Entramos en un edificio y empieza a bajar escaleras hacia el subsuelo. Bajamos muchos pisos. Las escaleras son de una especie de mármol poroso claro y gastado. Bajamos unos 6 o 7 pisos. Me sorprende que haya tantos pisos hacia abajo, sobre todo tan cerca de la costa, en un terreno tan medanoso.
Después del sexto o séptimo piso, las escaleras ya no son escaleras, es un tobogán de la misma piedra clara, porosa, gastada. Damos unas 3 o 5 vueltas en ése tobogán y salimos a un muelle pequeño de madera en donde está por zarpar una lancha colectivo chica de dos pisos (o tres).
-Hay que subir al barco- me dice. Pego un salto y ella también. Subimos. Estamos todos apretados. Hay poco lugar. Miro hacia atrás y veo a mi marido y a mi hijo llegando al muelle. Sin apuro. Se sientan allí. Les digo que vengan, que vamos. Mi marido desviste a mi hijo (de dos años) despacio, prenda por prenda y una vez desnudo lo deposita en el agua lentamente.
Mi hijo muerto de risa nada perro desnudo en el mar y alcanza a la lancha que acaba de zarpar. Lo levanto del agua muy feliz y sonriendo le grito a mi marido que venga, que hay lugar. Él duda. Finalmente se saca la remera y se lanza al agua. No llego a verlo al lado mío, pero supongo que está en algún lado de la lancha colectivo, mojado, entre toda esa gente y que pronto va a llegar. Me despierto.
martes, 29 de noviembre de 2011
martes, 22 de noviembre de 2011
Niño al agua
Estoy en un pequeño bote en el medio del mar. Mi marido viene en otro pequeño bote y allí está también mi hijo que es bebé. Y ambos botes están atados.
No se qué estamos haciendo allí. Es de día. Hay sol.
Creo que en el sueño hay un hijo un poco más grande y otro que es bebé, pero no estoy segura. Ese que es mi marido/o mi hijo más grande está jugando con el bebé en el borde de la proa del bote. La proa del bote está muy cerca de la popa de mi bote. Están allí en el límite entre ambos botes, casi en el agua, el más grande sentado abajo, el bebé arriba. El más grande moja los pies del bebé.
Yo tengo terror de que caiga al agua. Le grito al niño/grande que deje de hacer eso. Me contesta que no pasa nada. Le insisto. Me insiste.
El bebé cae al agua. Terror. Mi marido salta a rescatarlo y me lo trae en brazos. El bebé llora.
No se qué estamos haciendo allí. Es de día. Hay sol.
Creo que en el sueño hay un hijo un poco más grande y otro que es bebé, pero no estoy segura. Ese que es mi marido/o mi hijo más grande está jugando con el bebé en el borde de la proa del bote. La proa del bote está muy cerca de la popa de mi bote. Están allí en el límite entre ambos botes, casi en el agua, el más grande sentado abajo, el bebé arriba. El más grande moja los pies del bebé.
Yo tengo terror de que caiga al agua. Le grito al niño/grande que deje de hacer eso. Me contesta que no pasa nada. Le insisto. Me insiste.
El bebé cae al agua. Terror. Mi marido salta a rescatarlo y me lo trae en brazos. El bebé llora.
martes, 15 de noviembre de 2011
En las nubes
Mi marido, mi hijo y yo vivimos en un gran departamento. Más grande y más antiguo que en el que vivimos realmente. Los techos son mucho más altos y el área del living comedor mucho más grande y con bellas arcadas amplias redondeadas y biseladas. Una de esas arcadas da a un gran espacio que usamos de escritorio. Todas las paredes están llenas de libros. Pura biblioteca.
Me recuerda al departamento de la serie Mad about you (Loco por tí). No sé porqué, ni siquiera miré mucho esa serie.
El tema es que me tengo que ir. Mi marido está entre todos esos libros trabajando en ese espacio gigante y también hay visitas, pero yo tengo que irme. Me da un poco de temor dejar a mi hijo en ése panorama. Mi marido no muestra señales de prestarle mucha atención y las visitas tampoco. Pero en fin, debo irme, se me hace tarde y sólo no va a quedar el niño.
Salgo por una gran puerta de madera. Los pasillos son altos y anchos, incluso luminosos. Salgo a la calle. Tengo todo el tiempo esta sensación de hacer todo rápido, volver pronto, poder estar al lado de mi hijo otra vez. Subo a un colectivo en la puerta del edificio. Da muchas vueltas el colectivo. Pasamos de calles anchas a angostas, repletas de pequeños negocios de un lado y del otro algo como una baranda.
Algo pasa allí. No se si alguna pelea mía con alguien o simplemente esta sensación de estar atascada en el tránsito en medio de tanta urgencia. Me doy cuenta de que no estoy tan lejos de casa, que no me falta tanto para volver. Aunque nunca queda claro qué tenía que hacer o a dónde iba, ya es hora de volver.
Pienso que volando voy a llegar más rápido entonces tomo una especie de avión colectivo que me levanta de la calle y me lleva en sillas de nube dispuestas como las de un colectivo por el cielo.
El avión/colectivo no es más que eso: las sillas de nube dispuestas dos de un lado dos del otro dejando un pasillo (de cielo) en el medio y una detrás de la otra. Tengo esa sensación de estar subiéndome a una nueva forma de transporte. Nunca lo tomé antes pero estoy apurada, así que esto me va a llevar seguramente más rápido.
Estoy sentada en el primer par de asientos de la izquierda (mirando al conductor que no existe) al lado de un hombre que lleva a su hijo (de 6 o 7 años) en la falda.
Siento el viento en la cara y el cuerpo, el vértigo, la sensación de no tener sostén más que de esa nube tan endeble. Del otro lado del pasillo, en otra fila de asientos de dos, hay una señora de pelo lacio blanco cortado carré. Es una mujer grande. El otro asiento está libre. Ella me estira la mano, me pide que me pase al lado de ella, quiere convencerme a toda costa. Pero yo no solamente no quiero (porque no me cambia nada), sino que me aterra el abismo de cielo entre un asiento de nube y el otro. ¿Y si al pasarme de un asiento al otro me caigo? No no. Mi lugar es ése hasta que me baje.
En medio de ese terror, pasamos por una especie de atardecer rosado con nubes pequeñas como desmigajadas. Estiro los pies descalzos desde mi asiento, cierro los ojos y siento el calor y las cosquillas en los dedos de los pies. El terror se fue claramente.
Después de eso, veo la terraza del edificio. Supongo que este vehículo puede dejarme allí. Pero no. Me deja en el cordón de la vereda. Entro rápido al edificio, para llegar a casa y ver como está mi hijo y me encuentro a mi marido y a mi hijo en la planta baja del edificio. Mi hijo juega divertido y mi marido ahí acompaña algo distraído. No se ha dado cuenta de que nuestro niño se achicó, de que nuestro niño tiene la altura del zócalo.
Me recuerda al departamento de la serie Mad about you (Loco por tí). No sé porqué, ni siquiera miré mucho esa serie.
El tema es que me tengo que ir. Mi marido está entre todos esos libros trabajando en ese espacio gigante y también hay visitas, pero yo tengo que irme. Me da un poco de temor dejar a mi hijo en ése panorama. Mi marido no muestra señales de prestarle mucha atención y las visitas tampoco. Pero en fin, debo irme, se me hace tarde y sólo no va a quedar el niño.
Salgo por una gran puerta de madera. Los pasillos son altos y anchos, incluso luminosos. Salgo a la calle. Tengo todo el tiempo esta sensación de hacer todo rápido, volver pronto, poder estar al lado de mi hijo otra vez. Subo a un colectivo en la puerta del edificio. Da muchas vueltas el colectivo. Pasamos de calles anchas a angostas, repletas de pequeños negocios de un lado y del otro algo como una baranda.
Algo pasa allí. No se si alguna pelea mía con alguien o simplemente esta sensación de estar atascada en el tránsito en medio de tanta urgencia. Me doy cuenta de que no estoy tan lejos de casa, que no me falta tanto para volver. Aunque nunca queda claro qué tenía que hacer o a dónde iba, ya es hora de volver.
Pienso que volando voy a llegar más rápido entonces tomo una especie de avión colectivo que me levanta de la calle y me lleva en sillas de nube dispuestas como las de un colectivo por el cielo.
El avión/colectivo no es más que eso: las sillas de nube dispuestas dos de un lado dos del otro dejando un pasillo (de cielo) en el medio y una detrás de la otra. Tengo esa sensación de estar subiéndome a una nueva forma de transporte. Nunca lo tomé antes pero estoy apurada, así que esto me va a llevar seguramente más rápido.
Estoy sentada en el primer par de asientos de la izquierda (mirando al conductor que no existe) al lado de un hombre que lleva a su hijo (de 6 o 7 años) en la falda.
Siento el viento en la cara y el cuerpo, el vértigo, la sensación de no tener sostén más que de esa nube tan endeble. Del otro lado del pasillo, en otra fila de asientos de dos, hay una señora de pelo lacio blanco cortado carré. Es una mujer grande. El otro asiento está libre. Ella me estira la mano, me pide que me pase al lado de ella, quiere convencerme a toda costa. Pero yo no solamente no quiero (porque no me cambia nada), sino que me aterra el abismo de cielo entre un asiento de nube y el otro. ¿Y si al pasarme de un asiento al otro me caigo? No no. Mi lugar es ése hasta que me baje.
En medio de ese terror, pasamos por una especie de atardecer rosado con nubes pequeñas como desmigajadas. Estiro los pies descalzos desde mi asiento, cierro los ojos y siento el calor y las cosquillas en los dedos de los pies. El terror se fue claramente.
Después de eso, veo la terraza del edificio. Supongo que este vehículo puede dejarme allí. Pero no. Me deja en el cordón de la vereda. Entro rápido al edificio, para llegar a casa y ver como está mi hijo y me encuentro a mi marido y a mi hijo en la planta baja del edificio. Mi hijo juega divertido y mi marido ahí acompaña algo distraído. No se ha dado cuenta de que nuestro niño se achicó, de que nuestro niño tiene la altura del zócalo.
martes, 8 de noviembre de 2011
Hipnosis
Aparece en un sueño el Dr. Smith: un analista al que fui mucho tiempo. Me pregunta si quiero que me hipnotice. Le digo que si, que probemos. Me mira a los ojos muy cerca. Yo quiero entregarme al hipnotismo, quiero ser hipnotizada.
Siento un dolor muy muy fuerte en la panza. Mucho dolor. Un poco arriba un poco abajo.
Después de ése dolor ya estoy hipnotizada. Me doy cuenta y el Dr. Smith me lo confirma: ya está, ya pasaste.
Estoy expectante a ver qué me va a ocurrir en este estado y lo que pasa es simplemente que al estar hipnotizada no me importan las ridiculeces que me importan sin estar hipnotizada. La vida es linda. Veo todo claro. Se ordena todo armónicamente. Y por supuesto: no hay dolor.
Pero hay que volver y me da miedo pasar otra vez por ése dolor. Por ese pasaje. El Dr. Smith me dice que va a doler menos volver.
Vuelvo y duele menos el tránsito. Incluso la vida sigue siendo la belleza que era mientras estuve hipnotizada. No me importa nada. Simplemente soy feliz. Mientras me voy despertando dudo si habré estado hipnotizada o no. Y mientras voy despertando del hipnotismo despierto también del sueño.
Siento un dolor muy muy fuerte en la panza. Mucho dolor. Un poco arriba un poco abajo.
Después de ése dolor ya estoy hipnotizada. Me doy cuenta y el Dr. Smith me lo confirma: ya está, ya pasaste.
Estoy expectante a ver qué me va a ocurrir en este estado y lo que pasa es simplemente que al estar hipnotizada no me importan las ridiculeces que me importan sin estar hipnotizada. La vida es linda. Veo todo claro. Se ordena todo armónicamente. Y por supuesto: no hay dolor.
Pero hay que volver y me da miedo pasar otra vez por ése dolor. Por ese pasaje. El Dr. Smith me dice que va a doler menos volver.
Vuelvo y duele menos el tránsito. Incluso la vida sigue siendo la belleza que era mientras estuve hipnotizada. No me importa nada. Simplemente soy feliz. Mientras me voy despertando dudo si habré estado hipnotizada o no. Y mientras voy despertando del hipnotismo despierto también del sueño.
martes, 1 de noviembre de 2011
Maremoto
Estoy en la playa cercana a la casa de veraneo familiar. Veo que el mar está algo revuelto entonces me voy a casa. Allí está mi familia; mi mamá, mi papá, mis hermanos. Mamá quiere ir a la playa y todos se están preparando para salir con ella.
Les cuento que que el mar está revuelto, que algo no está bien en el agua, que mejor quedarnos en casa. Ellos insisten en ir y los acompaño.
Paramos en el mismo espacio de arena en el que estaba previamente. Estamos un rato ahí compartiendo rarezas y vemos que las olas se hacen cada vez más grandes. Demasiado rápido las olas se hacen muy grandes. En un momento me doy vuelta y mi familia no está más allí, pero tengo que irme, las olas crecen y pronto van a alcanzarme.
Salgo de la playa y veo que hay un hotel. Un hotel aparentemente nuevo, de tres o cuatro pisos. De arquitectura despojada. Prácticamente un cuadrado gris con grandes aberturas cuadradas como ventanas y grandes y anchas puertas rectangulares.
Hay mucha gente refugiándose allí, pero no mi familia. No se a donde habrán ido, pero ahora debo salvarme yo. El agua ya llega a la planta baja del hotel y entonces voy subiendo al primer piso. Veo las puertas de las habitaciones. Una de ellas está arreglada (con mucha onda) luego de una rotura salvaje. Siento que tengo que ver con eso, que estuve allí en una fiesta con amigas (quizá hasta en un sueño anterior esa misma noche o madrugada).
Pero ahora no puedo ocuparme de eso, tengo que salvarme, ver por donde viene el agua. No se a donde fue mi familia, pero siento que yo estoy más a salvo que ellos. Me preocupa que no estén conmigo, pero ya no puedo hacer nada. El agua va subiendo por la escalera hasta el primer piso. Hay que seguir subiendo.
Les cuento que que el mar está revuelto, que algo no está bien en el agua, que mejor quedarnos en casa. Ellos insisten en ir y los acompaño.
Paramos en el mismo espacio de arena en el que estaba previamente. Estamos un rato ahí compartiendo rarezas y vemos que las olas se hacen cada vez más grandes. Demasiado rápido las olas se hacen muy grandes. En un momento me doy vuelta y mi familia no está más allí, pero tengo que irme, las olas crecen y pronto van a alcanzarme.
Salgo de la playa y veo que hay un hotel. Un hotel aparentemente nuevo, de tres o cuatro pisos. De arquitectura despojada. Prácticamente un cuadrado gris con grandes aberturas cuadradas como ventanas y grandes y anchas puertas rectangulares.
Hay mucha gente refugiándose allí, pero no mi familia. No se a donde habrán ido, pero ahora debo salvarme yo. El agua ya llega a la planta baja del hotel y entonces voy subiendo al primer piso. Veo las puertas de las habitaciones. Una de ellas está arreglada (con mucha onda) luego de una rotura salvaje. Siento que tengo que ver con eso, que estuve allí en una fiesta con amigas (quizá hasta en un sueño anterior esa misma noche o madrugada).
Pero ahora no puedo ocuparme de eso, tengo que salvarme, ver por donde viene el agua. No se a donde fue mi familia, pero siento que yo estoy más a salvo que ellos. Me preocupa que no estén conmigo, pero ya no puedo hacer nada. El agua va subiendo por la escalera hasta el primer piso. Hay que seguir subiendo.
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