lunes, 31 de enero de 2011

Fertilidad y vacaciones

De vacaciones en unas cabañas en Córdoba tengo la siguiente serie de sueños, noche tras noche.

Noche 1 
Estoy apoyada en el canto de la puerta ventana de nuestra habitación en la cabaña de Córdoba. Es de noche, miro las estrellas. Hay muchas estrellas. Mi marido está en frente mío, apoyado en el otro canto de la puerta ventana.

De repente, mirando hacia afuera -hacia el cielo, los árboles, la sierra que baja en barranca desde la puerta ventana de nuestra habitación- veo una nave espacial suspendida en el aire. Es hexagonal, más bien achatada, plateada y muy luminosa.

Enseguida miro a mi marido. Vuelvo a mirar hacia afuera y no está más.

–¿Viste eso?– le pregunto (rogando que sí, que lo haya visto, que no sea yo la única que lo vió).
–Si– me contesta (felicidad de mi parte, no soy la única que lo vió, puedo compartir esto con él).
–Era una nave nodriza– aclaro.

Y nos quedamos elucubrando detrás de qué cerro se habría ido.

Noche 2 
Sueño con mi amigo M. embarazado.  Fuera del sueño él tiene dos hijas y su mujer acaba de ser operada de un riñon. Más concretamente, le han sacado un riñon abriéndole otra vez una cesárea relativamente reciente. En el sueño él tiene una panza muy grande.Veo la piel de la panza, veo la línea oscura, veo pelos, veo tirantez.

-¡No sabía que estabas embarazado!-le digo-¡Felicitaciones!.

Tengo cierta sensación de rareza que se disuelve (o intento disolver) con un "todo puede ser". Como si fuera un prejuicio de género pensar que sólo las mujeres pueden estar embarazadas.

Mientras transcurre el sueño, mi amigo M. embarazado es también mi amiga G. embarazada. En la realidad, mi amiga G. se separó hace un año de su marido, tiene dos hijos de más de 5 años y está en pareja con otro hombre que se separó hace un año y medio y también tiene dos hijos de más de 5 años. Ella ha comentado en alguna reunión que ella y su nueva pareja han decidido no tener hijos juntos.

Y este ser de mi sueño que es a la vez mi amigo M. y mi amiga G. embarazados, es también mi amiga P. embarazada. En la realidad, mi amiga P. tiene 4 hijos varones bastante seguidos y ha manifestado que el cuarto es el último.

Noche 3 
Vuelvo a soñar con mi amiga G. embarazada.

-¡No me vas a creer- le digo en el sueño- pero soñé que estabas embarazada!

Se nota su panza incipiente debajo de un vestido de verano a rayas horizontales blanco y negro. Después me doy cuenta:

-¡Ah! Estoy soñando otra vez con mi amiga G. embarazada!

Entonces sueño con mi prima L. embarazada. Mi prima L. en la realidad tiene 3 hijos mayores de 5 años y no quiere tener otro hijo más.

Noche 4. 
Me operan y me sacan los ovarios. No se bien cómo fue. No sé qué pasó. Se que yo misma me interné para que me hicieran la operación, pero dudaba. Estaba intentando decidirme cuando de repente miro mi abdomen y veo dos pequeños vendajes a cada lado. Los vendajes son pequeños como curitas, pero están prolijamente hechos con gasa y cinta.

No entiendo en qué momento ocurrió, pero esos vendajes son claras señas de que me han sacado los ovarios.

Hablo con mi amiga J. por teléfono desde la habitación de la clínica y le cuento sin angustia, sin desesperación, pero con asombro e intriga, que me han sacado los ovarios en una operación.

Tuve otros sueños esa noche. Sólo recuerdo vagamente algo sobre una fiesta organizada por mi amiga V. (que en la realidad no tiene hijos, pero ha manifestado su deseo de tenerlos y yo dudo sobre ése deseo). Ninguno en ésa fiesta tiene hijos. Hay un ambiente algo adolescente. Cierta liviandad. Cierto vacío. No entiendo qué hago ahí.

Reflexión diurna: ¡Mamita querida!

sábado, 8 de enero de 2011

Extrañas visitas, un ambiente más y un cementerio en el sótano

Primera parte.
Entra Santiago, el quiosquero de abajo, a mí habitación con dos minones profesionales. Santiago es tal cual es él en la realidad, petiso, gordo, algo oscuro, algo pelado, con algo de barba y bigotes. Las chicas son altas, de cuerpos esculturales y vestidas para trabajar. Yo estoy fuera de la habitación, mi marido y mi hijo también.

Mi marido les abre la puerta y Santiago pasa con las chicas a nuestra habitación. Después de un rato, el quiosquero sale con las chicas de nuestra habitación. Yo me acuerdo que para fin de año del año pasado, pasó lo mismo y le digo a mi marido: "No quiero más putas en casa". Él me explica que es un ritual de Santiago, que es algo que él hace todos los finales de año desde antes que nosotros viviéramos acá, que el anterior dueño del departamento lo dejaba pasar y que porqué nosotros no vamos a dejarlo. Yo le explico que no me importa nada. Que éste fue el último año.

Segunda parte.
Pensando en vender el departamento y en la cantidad de metros cuadrados que tiene, me doy cuenta de que tiene un ambiente más del que creía. Encuentro (y recuerdo) que hay un hall bastante grande al que se accede por una arcada (gran arcada) desde el living (que hoy funciona como escritorio). Es un ambiente grande, lleno de placares blancos empotrados. Los techos tienen molduras, el piso es de parqué (como el resto de la casa). Pienso que ahí hay más metros de departamento, pienso que ya no me acuerdo qué habré guardado en esos placares cuando llegué a vivir acá.

Tercera parte.
Bajo al sótano y descubro que funciona como cementerio. Está completo. Ya nadie más va enterrarse allí. Pero hay tumbas, epitafios y flores.

Reflexión diurna: Uff!